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PABLO M. DÍEZ
Miércoles, 17 de octubre 2007, 10:06
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Dinero a espuertas y un régimen autoritario donde el Partido Comunista tiene el poder absoluto. En China, que cada año crece más de un 10% tras haber abrazado la capitalista economía de mercado, se da la ecuación necesaria para que prolifere sin control uno de sus principales problemas: la corrupción. Según un reciente estudio de la prestigiosa Fundación Carnegie para la Paz Internacional, esta lacra le cuesta al gigante asiático más de 60.767 millones de euros al año, lo que supone un 3% de su Producto Interior Bruto (PIB) y una cifra superior a los gastos en educación.
De hecho, casi un 10% de las inversiones del Gobierno, entre contratos y transacciones, se pierde en sobornos, malversaciones y apropiaciones indebidas o es simplemente robado. En 2006, los tribunales chinos juzgaron 23.733 casos de malversación de fondos, sobornos y dejación del deber, condenando a 825 altos funcionarios gubernamentales, nueve de ellos de rango ministerial. En total, 40.014 empleados públicos fueron investigados por su implicación en 33.669 casos de corrupción, de los cuales 29.966 fueron juzgados. Por su parte, más de 370.000 cuadros del Partido Comunista han sido castigados desde 2003 por violar el principio básico que enunciara Mao Zedong -«servir al pueblo»- para lucrarse en beneficio propio.
Por ese motivo, el XVII Congreso del Partido Comunista, que se celebra estos días en Pekín, hace especial hincapié en la lucha contra la corrupción, que amenaza a la estabilidad del régimen porque funcionarios y oficiales aprovechan su poder político para hacer negocios. Fundamentalmente, lo hacen mediante la expropiación a los campesinos más pobres unas tierras que, debido a las leyes que imperan en el régimen comunista, pertenecen al Estado, y con las que luego protagonizan espectaculares 'pelotazos' inmobiliarios en connivencia con promotores sin escrúpulos.
72.000 revueltas
Tales comportamientos amenazan al Gobierno de Pekín, ya que el año pasado se registraron 72.000 revueltas populares motivadas por los abusos de los aprovechados responsables gubernamentales. Además de viajar en lujosos Audi A6 negros con las lunas tintadas, el coche oficial del régimen, entre los cuadros del Partido Comunista ha cundido otra vieja costumbre china: mantener una o varias amantes a modo de las antiguas concubinas de los emperadores.
De los dieciséis altos cargos estatales y provinciales juzgados en los últimos años por corrupción, catorce tenían queridas. Entre ellos, destacan Chen Liangyu, el anterior secretario del Partido en Shangai detenido el año pasado por desviar 280 millones de euros de un fondo de pensiones de la ciudad a operaciones inmobiliarias, y Liu Zhihua, el teniente de alcalde de Pekín encargado de las obras para los Juegos Olímpicos.
Junto a ellos, el director de la Oficina de Estadísticas, Qiu Xiaohua, no sólo contaba con una amante, sino que además había tenido un hijo con ella, por lo que le esperan varios años en la cárcel por haber violado además la ley matrimonial mientras estaba casado con otra mujer.
Peor le ha ido a Duan Yihe, antiguo secretario del Partido local en Jinan (provincia de Shandong). Tras asesinar con una bomba a una concubina despechada que le extorsionaba, Duan Yihe ha sido condenado a muerte. Igual de ejemplar fue la sentencia contra Zheng Xiaoyu, el responsable de la Administración Estatal para los Alimentos y Medicamentos, quien fue ejecutado el pasado verano en pleno escándalo por la proliferación por todo el mundo de fármacos chinos falsificados.
También falleció, aunque suicidándose, Song Pingshun, un cargo público de Tianjin, una próspera ciudad situada a cien kilómetros de Pekín, implicado en uno de los muchos escándalos inmobiliarios que protagonizan los cuadros del partido.
El 70% de los corruptos utiliza su privilegiada posición para beneficiar a sus familiares o amantes. Por eso, la lista es interminable e incluye a figuras como Ding Xing, el anterior procurador general de la provincia de Jiangxi que fue condenado a diecisiete años de cárcel por soborno y malversación de fondos, y Li Dachang, el antiguo vicegobernador de Sichuan, al que le han caído siete años por abuso de poder.
'Alcalde bragueta'
Pero la palma se la lleva, sin duda, Pang Jiayu, apodado el 'alcalde bragueta' por llegar a tener once amantes. Como primer edil de Baoji, en la provincia minera de Shaanxi, no dudó en usar su cargo para beneficiarse a las esposas de varios empresarios que querían hacer negocios en su municipio.
Desde 1994, todo aquel que quisiera invertir en Baoji o cualquier funcionario interesado en conseguir un ascenso, sabía muy bien lo que tenía que hacer: enviar a su mujer a 'charlar' con el 'alcalde bragueta', quien era tan 'generoso' que hasta daba trabajo en el Ayuntamiento a algunas de estas señoras. La situación llegó a tal degradación moral que el propio edil recurría al doble sentido para ufanarse en público, e incluso delante de los propios maridos, de los «buenos servicios profesionales» que prestaban las mujeres.
Pero su suerte cambió cuando, en 2003, uno de sus proyectos municipales acabó en la ruina con unas pérdidas de nueve millones de euros. Uno de los empresarios implicados, cornudo consentido, fue condenado a pena de muerte por corrupción y otros dos dieron con sus huesos en la cárcel. Airadas, sus esposas se aliaron con las otras concubinas del 'alcalde bragueta' y le denunciaron ante el Gobierno central, que terminó recientemente con sus trece años de impunidad.
Frente a estos casos, el gobierno de la rica provincia de Guangdong ya redacta una ley para prohibir las amantes. Mientras tanto, el presidente chino, Hu Jintao, insiste en la «austeridad» y en el «buen gobierno», pero los mandarines rojos siguen empeñados en mezclar poder, dinero y sexo para emular a los emperadores.
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