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El ejemplo finlandés (Carme Alcoverro)
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El ejemplo finlandés (Carme Alcoverro)

PPLL

Viernes, 30 de noviembre 2007, 03:18

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Desde hace un tiempo se habla muchísimo del sistema educativo finlandés. Y no sólo del educativo. Hace poco el sociólogo Anthony Giddens se refería a la necesidad de intervenir por parte de las instituciones, en determinadas circunstancias, antes de producirse el problema, y como ejemplo citaba la obesidad y los programas llevados a cabo para ayudar a cambiar la dieta de los habitantes de Karelia del Norte, Finlandia, durante los años 1970 y 1992, que hicieron disminuir radicalmente los índices de mortalidad por dolencias cardiacas. Volviendo a la educación, recordemos que la razón que puso a Finlandia en el punto de mira fue que obtuvo los mejores resultados en el informe PISA de 2003 (programa para la evaluación internacional de alumnos de la OCDE, basado en el estudio de la competencies básicas). De hecho este país ya llevaba años obteniendo los mejores resultados en pruebas prestigiosísimas sobre lectura.

Ya han empezado a conocerse los resultados del informe PISA de 2006, que este curso analizaba las ciencias: España ocupa el número 31. Y Finlandia continúa situada en el primer lugar. Cabe decir que un análisis posterior del informe de 2003, referido a los resultados en Cataluña (Ferrer, F; Ferrer, G.; Castel, J. L. (2005): 'Les desigualtats educatives a Catalunya Pisa 2003'. Barcelona: Fundació Jaume Bofill), pero que estoy convencida de que se puede hacer extensivo a toda España, dio todavía números más preocupantes: el alumnado procedente de entornos socioeconómicos y culturales más bajos es el que salía peor parado, lo que no nos revela nada nuevo. Piénsese además que en el momento en que se llevó a cabo la evaluación el porcentaje de inmigrantes contabilizado era bajo.

Tenemos la certeza de que nuestro sistema educativo no contribuye suficientemente a la cohesión social, ni al principio de equidad. La reforma LOGSE, hecha con buena voluntad pero con pocos recursos (de nuevo en Euskadi los presupuestos invertidos en educación son superiores) y demasiada arrogancia, no resolvió el problema, aunque tampoco lo empeoró: recordemos que se consiguió la escolarización de una franja de edad (14-16 años) que no estaba totalmente escolarizada; todo ello agravado por los años de Gobierno del PP, en los que la inversión en educación fue mínima. Además, la evolución de estos últimos ejercicios con la llegada de la inmigración, que como se sabe ha incrementado considerablemente la población escolar, no ha ido acompañada de una política ni suficientemente valiente ni eficaz, porque no se ha atrevido a intervenir a fondo en la elección de centro (en algunas comarcas catalanas se hizo y los resultados fueron satisfactorios) por razón de un principio inamovible de libertad (cuando sabemos que la libre elección siempre está al alcance de los más favorecidos, y que hoy, paradójicamente, quien más habla de libertad es la derecha más recalcitrante).

Si añadimos a ello el miedo de las clases medias, las tradicionales y las nuevas, a que sus hijos compartan escuela con los más desvalidos, nos encontramos con una doble red educativa determinada por el estatus social, y que en las zonas con más inmigración ha conducido a la guetización de muchos centros. Esto ha acentuado aún más la huida (cabe decir que en algunos casos refugio) de las clases medias, incluso las medias bajas, de la red pública, creando cada vez más distancia entre las dos redes. Con diferencias también marcadas dentro de cada una de las redes (hay también algunas concertadas-gueto), incluso en los mismos barrios. A mi modo de ver, si no hay cambios decisivos continuaremos yendo tras los pasos, más que de Finlandia, de Francia (aunque tenga sólo una red pública, pero con un sistema muy jerarquizado y rígido) o de Estados Unidos (el país de las grandes desigualdades, aunque invierta mucho en educación).

Resumo alguna de las características más relevantes del modelo finlandés. La primera es maestros altamente preparados y con vocación: nota de corte del Bachillerato para los maestros de Educación Primaria, cerca del 9; cinco años de carrera; exámenes antes de comenzar los estudios en los que se exige ser capaz de elaborar una reseña literaria correctamente escrita -¿cuántos de nuestros maestros serían capaces de escribirla una vez acabados los estudios?-; dominar un instrumento musical y conocer perfectamente el inglés. La segunda característica es más autonomía de los centros: las escuelas dependen de los municipios; la contratación de los equipos directivos y los currículos de los alumnos son elaborados por el profesorado; un sistema, pues, totalmente descentralizado. Y con resultados educativos muy parejos entre las escuelas. A ello hemos de añadir la consideración de que no corresponde solamente a la escuela sino a toda la comunidad la educación de los críos, dentro de un contexto histórico y social en el que la formación lectora es entendida como una cuestión de Estado y en donde las familias tienen un papel primordial: los finlandeses, junto con los islandeses, son los más lectores del mundo.

Todos los estudios están de acuerdo en afirmar que las claves del éxito derivan de esta última variable. Los alumnos finlandeses aprenden a leer (o sea, a comprender, clave del conocimiento) y les gusta leer porque han llegado a adquirir el hábito lector; una obviedad, pero que es el fundamento del éxito educativo de cualquier sociedad. Lo que no se resuelve con planes de lectura que sean flor de un día. Y en cualquier plan de lectura, ésta ha de ser cosa de todos. A leer y a escribir (y a pensar) se aprende leyendo y escribiendo desde cualquier disciplina. Y otra idea directamente derivada de ella: para enseñar a leer es necesario que el profesorado tenga una sólida formación lectora. Difícilmente se puede enseñar a leer si no se lee, porque no gusta, y ni tan sólo se tiene conciencia de la relevancia del asunto. Tampoco si no se ponen todos los medios, y más en aquellos centros en donde los alumnos proceden de entornos no lectores, donde el libro es casi una rareza.

Insisto, la formación del profesorado es esencial. Comparen la formación de nuestros maestros con las exigencias finlandesas. Para mejorar aquí es necesario un cambio radical en la manera de aprender. Dejémonos de tanto libro de texto y de tanto ejercicio rutinario. Y dediquemos buena parte del horario escolar a hacer leer a los alumnos ya desde bien pequeños. El mal de hoy no es que a los chicos de Secundaria no les guste tanto leer como a los de Primaria (¿esto ocurre en la adolescencia, con tantas cosas por descubrir!), lo malo es que muchos de estos chavales no saben ni leer ni escribir porque de pequeños no han leído en su casa, ni han visto leer a sus familiares, ni les han leído, pero tampoco lo han hecho suficientemente en la escuela: ni en Primaria ni en Secundaria, aparte del libro de texto.

De acuerdo, no somos Finlandia, una sociedad, por otro lado, muy homogénea, conformada por una amplia clase media, donde todos van a la escuela pública y sin apenas emigrantes. Pero no por ello tenemos que ir por caminos tan distintos, con una distancia cada vez mayor entre las posibilidades culturales (no exclusivamente económicas) que pueden ofrecer las familias a sus hijos.

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