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I. ESTEBAN
Jueves, 28 de febrero 2008, 03:31
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En el ojo de la tormenta del escándalo Balenciaga se encuentra el hombre que alumbró e impulsó el proyecto, Mariano Camio, primero concejal de Getaria, luego alcalde y más tarde vicepresidente ejecutivo de la fundación y gerente de la sociedad Berroeta Aldamar, encargada de edificar el museo en la localidad guipuzcoana.
Camio ha argumentado en su defensa que los pañuelos regalados fueron a su vez obsequio de Ramón Esparza, uno de los herederos de Cristóbal Balenciaga, a quien el Gobierno vasco compró en 1987, por 40 millones de pesetas, el fondo que luego cedi;o en 2003 a la fundación.
El ex alcalde nacionalista vislumbró la idea de implantar un museo dedicado al modisto, natural de Getaria, cuando en 1987 se celebró una muestra con sus vestidos en el Palacio Miramar de San Sebastián. A la inauguración asistieron grandes personalidades de la 'jet' europea y entonces se dio cuenta de que el nombre de Balenciaga abría muchas puertas.
El apoyo de Hubert de Givenchy, alumno del diseñador vasco, fue vital para que el proyecto empezara a funcionar. Camio supo contagiar el entusiasmo a las instituciones, empezando por el Ministerio de Cultura, su mayor garante económico. Pero el primer conato de inestabilidad llegó cuando el cubano Julián Argilagos se asentó a Getaria y abrió una galería de arte en 1993.
Camio mantuvo una relación muy estrecha con Argilagos y le encargó el proyecto del museo, aun cuando el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro dudaba de sus credenciales. Aralar destapó las irregularidades en febrero de 2007 y en marzo Camio dimitió de sus responsabilidades «por motivos de salud». Ese mes también se cayó de la lista del PNV en la que figuraba de nuevo como candidato a la alcaldía de Getaria.
Un estudio encargado por la fundación revelaba el sobrepago de los 470.000 euros a Argilagos. Camio siempre negó que se tratara de una factura excesiva. Insistió en que la cantidad estaba avalada por los servicios técnicos de la Diputación de Guipúzcoa. Pero la nueva diputada de Cultura, María Jesús Aranburu, también del PNV, le dio la espalda y ésta se aferra hoy a la auditoría que le inculpa.
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