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GRÁFICO: ALBERTO LUCAS
El País Vasco y España, comparaciones odiosas
ECONOMÍA

El País Vasco y España, comparaciones odiosas

IGNACIO MARCO-GARDOQUI

Miércoles, 18 de febrero 2009, 10:33

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La insistencia en las comparaciones económicas «con España» que hacen Ibarretxe, Zenarruzabeitia y los políticos que disfrutan del Gobierno resulta extraordinariamente fatigosa. Hay muchas clases de comparaciones, pero todas ellas deberían servirnos para mejorar. Pero para eso, claro, es necesario compararse con los mejores; o, al menos, con los que están mejor que nosotros. Luego están las comparaciones autocomplacientes, con los que van peor, que son muy útiles en periodos de depresión, pero una mínima coherencia obliga a efectuarlas en términos homogéneos, sin hacerse trampas en el solitario. Y, por fin, tenemos la tercera categoría, que son las comparaciones malvadas que tratan de obtener el consuelo de tontos que proporciona el mal de muchos; o la infantil satisfacción de resolver una mala situación con el dicho 'y tú, más'.

Es muy posible que las comparaciones con España sean inevitables. Al fin y al cabo somos España y es lo que nos queda más a mano. Pero hay que tener cuidado. En primer lugar, el caso que nos ocupa carece de la necesaria homogeneidad. No se puede comparar un Estado con una región o con una comunidad autónoma porque son cosas diferentes. Tienen ingresos distintos, gastos muy dispares y situaciones muy diversas. Hay miles de ejemplos, pero bastaría con citar algunos de los más evidentes. Las comunidades autónomas carecen -al menos, de momento- de Ejército, embajadas o Casa Real; y soportan sólo su propia deuda, y no la parte alícuota que les corresponde de la deuda pública común.

Por eso, lo realmente útil, lógico y razonable sería comparar la situación y lo logrado en Euskadi con Baviera, Londres, Madrid, el Milanesado o L' Île de France. En las comparaciones regionales dentro de la Unión Europea, Euskadi sale muy bien parado, normalmente y dependiendo del índice que se consulte, al final del primer tercio o incluso del primer cuarto. Pero eso no permite asegurar pomposamente, como se hace día sí y día también, que somos los segundos detrás de Luxemburgo. No es cierto -al menos, de momento-, entre otras cosas porque no jugamos en esa categoría. Ayer conocimos que Euskadi tiene ya el primer trimestre de crecimiento negativo y, sin embargo, casi le da un síncope de alegría a la vicelehendakari. ¿Le gusta el dato? Espero que no; pero, como a España le va peor, se regocija y se lanza a pronosticar que no entraremos en recesión. Si acierta, nos lo restregará inmisericorde; y, si falla, no pasa nada, pues ya habrán pasado las elecciones.

Esta cansina práctica tiene, además, el clamoroso defecto de olvidar las diferencias existentes entre los sistemas fiscales mutuos. Nosotros disponemos del Concierto Económico y eso nos da un gasto público per cápita que se acerca con comodidad al doble del obtenido en el sistema común. Después se olvida el efecto de la demografía. Cuando usamos índices per cápita, todos nos salen bien; entre otras razones, porque nuestra población permanece prácticamente estancada. Por eso acostumbramos a olvidar los valores absolutos, un terreno en donde la comparación es mucho peor, como demuestra el reciente anuario elaborado por La Caixa, entre otros estudios.

Y, ya para terminar, no resulta difícil de adivinar un cierto deje de malvada intención en la manera de presentar los datos. Alegrarse de que a España le vaya mal, es una soberana tontería. En economía no hay nada mejor que tener vecinos ricos y eso vale para las personas y para los países. No hay que tener envidia de que nuestros amigos y vecinos mejoren. Eso, de entrada, les evita la tentación de pedirte dinero y abre la posibilidad de que se lo pidas tú a ellos.

España ha mejorado mucho gracias a nuestra entrada en la Unión Europea, gracias al enorme mercado de opulencia al que hemos tenido acceso y a las ayudas que de ellos hemos recibido. Nuestra evolución hubiese sido completamente diferente si nuestros vecinos del Norte disfrutasen de la misma renta que padecen nuestros colegas del Sur. Por eso, hay que evitar el fanatismo y la demagogia. Nos conviene mucho que al resto de España le vaya bien, pues es un mercado imprescindible para nuestras empresas. No es inteligente alegrarnos de sus problemas, que en gran parte son nuestros mismos problemas. Más bien, deberíamos desear su pronta recuperación. Ayudaría tanto a la nuestra...

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