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Artistas chinos y vascos ultiman 'Patio de la recaudación de la renta'. / I. PÉREZ Cai bajo la instalación 'Una historia arbitraria'. / IGNACIO PÉREZ
La pólvora creativa de Cai Guo-Quiang
CULTURA

La pólvora creativa de Cai Guo-Quiang

El Guggenheim muestra la provocadora obra del artista chino que ha hecho de las explosiones su seña de identidad

IÑAKI ESTEBAN

Martes, 17 de marzo 2009, 20:53

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Si el espectador toma en cuenta que hasta hace treinta años los artistas chinos no sabían quién era Picasso, entonces se asombrará aún más de la exposición de Cai Guo-Qiang en el Guggenheim. En la obra de este creador se integran cuadros de aire expresionista, pero hechos con pólvora, instalaciones muy actuales, en las que emplea figuras del realismo socialista, y vídeos para certificar sus intervenciones en monumentos milenarios como la Muralla China: una mezcla de ecos tradicionales, recuerdos del pasado inmediato y formas de ahora mismo.

Cai Guo-Quiang expone cincuenta obras en el Guggenheim dentro de una exposición retrospectiva, titulada 'Quiero creer' y patrocinada por el BBVA, que obedece según su director general, Juan Ignacio Vidarte, a la apertura del museo al arte asiático, patente también en la otra muestra en cartel, la del japonés Takashi Murakami.

En la exposición de Cai convergen las reflexiones sobre el terrorismo, la inquietante espectacularidad de las explosiones, incluidas las que él diseñó para la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, y las tradiciones piro técnicas de China.

Lo más impactante, sin lugar a dudas, son las instalaciones, la de los coches bomba suspendidos del atrio, la de los lobos que corren por el aire y se chocan contra un muro de cristal, la de las figuras del realismo maoísta y la del barco naufragado, lleno de porcelanas rotas, que Cai rescató de una playa de Iwaki, en Japón.

Según Alexandra Douglas, comisaria de la muestra con Thomas Krens, el «idealismo social de Cai le hace ver la violencia no sólo ensus consecuencias negativas sino también como creación positiva». Mao aseguraba que «sin destrucción no hay construcción», frase que aparece en un panel de la muestra y que suscribe el artista.

Cai aplica esta máxima a la instalación del atrio, 'Inoportuno', a través de los ocho automóviles colgados que, a causa del terrorismo, pasan a ser de objetos que simbolizan la movilidad y la seguridad familiar a explosivos que destruyen y matan.

Electrodos en el cabeza

Después de este insólito aperitivo, la muestra continúa en la segunda planta, con una primera sala dedica al uso de pólvora en la obra de Cai, un material que empezó a utilizar a mediados de los ochenta. La comisaria recordó que la pólvora, invento chino que los portugueses trajeron a Europa, tiene en el país asiático una función curativa, ahuyenta los malos espíritus e incluso se le llegó a llamar el 'exilir de la inmortalidad', a pesar de su energía destructora.

Cai trabaja al aire libre, en lugares naturales donde realiza sus explosiones. Pero antes las planifica sobre grandes papeles, sobre los que distribuye el material explosivo para luego darle fuego. Es su manera de hacer planos. Además, las huellas de la pólvora dejan en el papel formas caprichosas y espontáneas, cercanas al expresionismo abstracto y a la 'action painting' de Pollock y compañía.

Cuando se realizó la primera exposición sobre arte contemporáneo chino en Europa, en la localidad francesa de Aix-en-Provence en 1990, Cai pretendió hacer un surco en espiral con explosivos en la ladera de la montaña Sainte-Victoire, mítica por haberla pintado Cézanne en 1900.

Al artista asiático no le dejaron, pero sí se lo permitieron en la base de la Muralla China, y le contrataron en los Juegos Olímpicos para que diseñara los fuegos artificiales de la inauguración del 8 de agosto de 2008. Unas pantallas muestran el espectáculo de las detonaciones, que se extendieron desde la plaza de Tiananmen hasta la Ciudad Prohibida, con cargas cada medio kilómetro, que ascendían a 150 metros. Los 'planos' de la mi sma, ejecutados asimismo con pólvora sobre un papel resistente a este material.

Con él como base también realizó 'Project for Extraterrestrials', una recreación del Big Bang o de la gran explosión que dio origen al universo. En ella, Cai se colocó unos electrodos en la cabeza y emplazó un sismógrafo en la tierra para comprobar el efecto paralelo en el ser humano y en la naturaleza.

En una de las grandes salas de la segunda planta se encuentra la obra 'De frente', hecha por encargo del Deutsche Guggenheim de Berlín y en la que 99 lobos corren en círculo, chocan con un muro de cristal y se vuelven a levantar para seguir la ruta. Cai quiere decir con la imagen que el hombre es un especialista en tropezar dos y más veces con la misma piedra, o que la ideología, si se sigue a ciegas, lleva a la autodestrucción.

Opresión campesina

En este sentido, la pieza se distingue de otras también muy importantes en la exposición, como el 'Patio de la recaudación de la renta en Bilbao', en la que alaba la fe en una nueva sociedad de los creadores que trabajaron bajo las imposiciones del realismo socialista.

Esta obra recrea las figuras, similares a las de terracota, que un grupo de artistas del Instituto de Bellas Artes de Sichuán creó para denunciar la opresión de los campesinos en la China prerrevolucionaria de Kuomitang. La imagen fue la más publicitada por el régimen de Mao, después de la propia del dictador. Cai la recrea en sus exposiciones y, para ello, cuenta con la colaboración de artistas chinos y de los propios de cada localidad, en este caso estudiantes de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco.

El recorrido termina con 'Reflexión. Un regalo de Iwaki', en la que recupera un barco de una playa de Iwaki, la localidad japonesa cerca de donde él vivió durante un tiempo. Para sacarlo del mar contó con la colaboración de los residentes de la población, ejemplo para el artista del trabajo colectivo que propugnó la ideología maoísta.

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