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ARTÍCULOS

Amor correspondido

JUAN IGNACIO PÉREZ IGLESIAS

Jueves, 19 de marzo 2009, 03:36

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T odo parece indicar que se va a constituir en la CAV un gobierno en el que no estará el partido ganador. Valoraciones de oportunidad o conveniencia política al margen, se trata de una opción cuya legitimidad no admite duda. Las valoraciones que cabe hacer en relación con esta cuestión son claramente de índole político-partidaria, porque otras consideraciones, como las relativas a un hipotético bien común, están demasiado condicionadas por las anteriores como para que pueda valorarse con rigor su supuesta primacía.

A favor y en contra de la opción del gobierno socialista en minoría pueden esgrimirse, seguramente, variadas razones. Me limitaré a valorar alguna de ellas. En contra de esa opción opera un factor evidente: a Rodríguez Zapatero las cosas se le van a complicar sobremanera. Aunque era innecesario explicitarlo, el PNV ha dejado claro que en lo sucesivo ejercerá el papel de un partido de la oposición. No es verosímil que CiU sustituya al PNV, porque ello entraría en abierta contradicción con su estrategia para recuperar la Generalitat. No creo que lo manifestado al respecto por Artur Mas deba interpretarse en sentido contrario. Y por otro lado, los partidos de izquierda no aportan apoyos suficientes. Así pues, la situación parlamentaria de Rodríguez Zapatero, en apariencia al menos, no puede ser más precaria. Pero, ¿es éste un factor de importancia suficiente como para contrarrestar al resto de factores? No lo parece.

A favor de la citada opción actúa un factor muy importante. El PSE lleva muchos años postulándose como alternativa de gobierno como para que ahora, cuando materialmente es posible acceder a la Lehendakaritza, renuncie a ello. Es, además, un doble factor, político y humano. Es político porque quien accede al poder lo hace, al menos en teoría, para desarrollar las políticas que considera más convenientes. En ocasiones, no obstante, eso no es lo más importante y por ello he aludido también al factor humano. Porque el poder ejerce en las personas con vocación política una fascinación difícilmente resistible. No oímos decir a casi nadie que le gusta o que le gustaría mandar, pero es lo que quieren muchas personas que se dedican a la política. No hay por qué avergonzarse de ello.

Un segundo factor a favor de esa opción es de otra índole. Rodríguez Zapatero, a pesar de la debilidad parlamentaria en la que va a incurrir, difícilmente puede negarse a respaldar a sus correligionarios vascos porque, de hacerlo, ello le pesaría como una losa durante los próximos años y, claro está, en las próximas elecciones generales. La renuncia socialista a desplazar al PNV del gobierno habría proporcionado al PP un arma poderosa contra el PSOE, y lo habría hecho en una situación muy complicada, por culpa de la crisis, para el partido en el gobierno y sus expectativas electorales.

Así las cosas, los dos partidos principales de la CAV afrontan a partir de ahora los riesgos que se derivan de la condición que cada cual pasa a tener y de la forma en que han accedido a esa condición. El PNV corre el riesgo de alejarse del centro político. Los dirigentes del PNV han venido manifestando su disconformidad y enojo por la situación a que se ve abocado su partido. No aceptan con facilidad pasar a la oposición tras haber ganado y haberlo hecho, además, de forma holgada. Es comprensible, pero hay razones para pensar que en adelante reelaborarán el discurso para adaptarlo a los requerimientos del ejercicio de una oposición con actitud constructiva y responsable. La centralidad política es un bien precioso y, por ello, medirá con precisión hasta dónde llega y cómo ejerce la oposición en el Parlamento. El objetivo del PNV es -no se pierda esto de vista- el de recuperar el poder.

El PSE afronta dos riesgos. Uno es el de gobernar con mínimo o nulo apoyo parlamentario y hacerlo, además, en una situación económica crítica, tras haber desestimado otras alternativas acordes a los resultados electorales. El segundo riesgo es el de incurrir en las actitudes frentistas, reales o supuestas, que tanto ha denunciado hasta ahora. No le falta razón a Patxi López cuando afirma que el frentismo no tiene por qué ser consecuencia necesaria de la base parlamentaria del gobierno que se forma, sino que consiste en el modo en que se gobierna. Tiene razón, sí, pero algunos pasos dados hasta la fecha apuntan en esa dirección.

Frentista fue la negativa del PSOE a sustituir a UPN al frente del Gobierno de Navarra. En aquella ocasión se configuró, como bien señaló Josu Jon Imaz, un frente explícitamente antinacionalista, incluso contra el propio criterio de los socialistas navarros. Aquella actuación, además, restó crédito a quienes abogaban desde dentro del PNV por acuerdos transversales. Después, Rodríguez Zapatero desestimó durante meses las ofertas de negociación que le realizó Íñigo Urkullu para alcanzar ese tipo de acuerdos. Y llegados al periodo postelectoral, las manifestaciones realizadas por los máximos dirigentes del PP, tanto en Euskadi como en Madrid, convirtiendo el desalojo del nacionalismo del poder en la CAV en una cuestión de Estado, confieren a este proceso un carácter explícitamente frentista. El PSE está en todo su derecho de actuar así, por supuesto, aunque ello esté en franca contradicción con el discurso socialista. Lo más paradójico de esta situación es, además, que entre los dos riesgos que he apuntado hay una clara correlación negativa: cuanto menos frentista sea la acción de gobierno menor será el apoyo parlamentario que preste el PP al Gobierno socialista, y viceversa.

Antonio Basagoiti, refiriéndose a su previsible acuerdo con el PSE, ha afirmado que más que de amor se trata de sexo. Seguramente unos y otros no utilizamos del mismo modo los términos de la erótica para expresar los conceptos de la política, pero tras leer lo que se escribe y oír lo que se dice, yo diría que en este caso más que de sexo de lo que se trata es de amor, amor vergonzante quizás, pero amor correspondido.

Juan Ignacio Pérez Iglesias es catedrático de Biología Animal y fue rector de la UPV-EHU.

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