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POLÍTICA

Una estrategia equivocada

J. M. RUIZ SOROA

Martes, 23 de junio 2009, 04:36

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La sociedad vasca está moralmente enferma en lo que se refiere a su percepción y valoración del terrorismo, como ha dicho Imanol Zubero. Y, según parece, ha llegado el tiempo para intentar su saneamiento y regeneración. ¿Cuál será la estrategia adecuada? Y no me refiero tanto a la estrategia del Gobierno y los partidos como a la de la propia sociedad civil vasca, por esclerótica que ésta sea.

La respuesta a esta pregunta que ofrecen de momento los medios de comunicación más influyentes, los que pueden generar opinión pública, parece ser la de que hay que saturar el ambiente con un mensaje de unidad total. «Todos estamos unidos contra el terror», «juntos podemos», «la sociedad vasca como una piña frente a los asesinos», «todos en la calle y en las instituciones», «Ermua de nuevo», y así sucesivamente. A mí, y pido perdón de antemano a quienes se puedan sentir responsables bienintencionados del invento, me recuerda a la 'estrategia Athletic' recientemente utilizada por los medios en Bilbao: saturación nauseabunda del espacio público con un mensaje de unidad colectiva, hasta llegar a provocar el delirio de unos ciudadanos que terminaron aplaudiéndose a sí mismos como la mejor afición del mundo. No se ganó la Copa, ni mejoró el juego del equipo, ni se plantearon los problemas estructurales del asunto, pero todos los bilbaínos se declararon encantados de haberse conocido.

Invocar la unidad de la sociedad es una estrategia equivocada que no conducirá sino a cultivar espejismos, y que no nos acercará ni un milímetro a la solución. Evoca una realidad que no existe: la sociedad vasca no está en este momento unida como una piña en torno a nada que tenga que ver con la violencia política. Para cualquiera con una mínima sensibilidad y experiencia en manifestaciones era evidente que el sábado pasado no estaba presente en la calle, sino una parte de esa sociedad, que la parte nacionalista de la sociedad vasca no acudió. Y no acudió porque no considera al asesinado uno de los suyos, porque ser policía del Estado es un estigma imborrable. Lo proclamaron las Juntas Generales de Vizcaya hace un mes. ¿Debemos callarlo en aras de la nueva unidad? ¿O más bien gritarlo para debatirlo? ¿Cómo se cura a una sociedad enferma? ¿Blanqueando el sepulcro con mensajes de unidad? ¿O poniendo a la vista los abscesos y el pus, aunque nos salpique a todos?

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