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MUNDO

Fruto de la cuna de Solidaridad

Buzek, la antítesis de los Kaczynski, representa el auge de los postcomunistas en la UE

PACO SOTO

Miércoles, 15 de julio 2009, 04:29

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«Un ex primer ministro de la antigua Europa del Este al frente de la Eurocámara», tituló ayer la cadena de televisión Euronews sobre la elección del polaco Jerzy Buzek. Refleja bien la situación: el Este de Europa -un concepto político heredado de la guerra fría- gana peso en la UE.

Buzek, dirigente de la PO de Tusk, consiguió los apoyos suficientes en el seno del Partido Popular Europeo (PPE) -y del grupo liberal- para ser elegido presidente de la Cámara de Estrasburgo, en contra del candidato de Silvio Berlusconi, Mario Mauro. Tiene una larga trayectoria política y experiencia en materia europea. Profesor en Ciencias Técnicas originario de Silesia -en el sur de Polonia-, donde nació en 1940, fue primer ministro de centroderecha de 1997 a 2001.

Eurodiputado, Buzek es un hombre discreto. Autor de tres grandes reformas en Polonia -sanidad, pensiones y reorganización administrativa-, el nuevo presidente de la Eurocámara empezó su actividad de la mano del sindicato Solidaridad, en 1980, en tiempos del partido único y la represión policial. En esa época estuvo varios años en la lucha clandestina bajo los nombres de 'Karol' y 'Hubert'. Salió a la superficie en 1987, cuando su hija Agata -hoy actriz- se puso gravemente enferma.

La prensa lo ha definido como un «democratacristiano luterano», pues es protestante, pero sus amigos dicen que es poco religioso. Ha reconocido públicamente que en sus tiempos de primer ministro, el principal error que cometió fue nombrar titular de Justicia a Lech Kaczynski -actual presidente-, un católico ultraconservador y euroescéptico que escandalizó a la UE por sus medidas revanchistas contra supuestos ex colaboradores de los servicios secretos comunistas, su homofobia, su antisemitismo y su escasa sensibilidad democrática.

Recién llegados

Poco a poco y con dificultades, porque los grandes estados fundadores, sobre todo Francia y Alemania, no ven con buenos ojos que los recién llegados al club, en 2004 y 2007, influyan en las decisiones estratégicas. Con la excepción de Polonia y Rumanía, los demás países postcomunistas de la UE son estados pequeños, e incluso minúsculos, que no tienen el suficiente peso económico y político para incidir decisivamente en Bruselas.

Polonia es distinto. Aunque este país está todavía lejos del nivel medio de desarrollo de los Quince de la UE, y su renta per cápita es inferior a la de Portugal, tiene 38 millones de habitantes, una superficie ligeramente inferior a la de España y el mismo número de diputados europeos. Varsovia no quiere ser un mero subalterno de Bruselas, o de Berlín y París. Aspira a más. Es por este motivo que tras el nefasto paréntesis del tripartito ultraconservador -capitaneado por el euroescéptico PiS de Jaroslaw Kaczynski- de 2005 a 2007, con la llegada al poder de la Plataforma Cívica (PO) del primer ministro, Donald Tusk, Polonia puso toda la carne en el asador para convertirse en uno de los grandes de la UE.

El camino europeísta emprendido en el último año y medio -y durante la presidencia del socialista Aleksander Kwasniewski- no tiene vuelta atrás, salvo que ocurra un cataclismo político y la derecha populista y nacionalista regrese al poder.

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