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Tres jóvenes disfrutan de la obra de Agustín Ibarrola en el primer día de visitas guiadas al mágico enclave.
Vizcaya rehabilita a Ibarrola
CULTURA

Vizcaya rehabilita a Ibarrola

La Diputación pone en valor el Bosque Pintado de Oma veinte años después de haberlo adquirido «El daño moral está hecho», cree el artista después de que los radicales destruyeran el 30% de la obra

JON FERNÁNDEZ

Jueves, 23 de julio 2009, 12:38

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En el corazón de uno de los verdes valles de Urdaibai, rodeado de antiguas ferrerías y yacimientos prehistóricos, se esconde un paraje mágico. Le conocen como el Bosque Pintado de Oma. Es uno de los grandes atractivos turísticos de Vizcaya, y eso que aún no sale en todos los catálogos. Durante años nadie se preocupó siquiera de que hubiera visitas guiadas, señales o un acceso digno que pusieran en valor ese lugar milenario donde en 1982 Agustín Ibarrola empezó a dar forma a un peculiar mundo tridimensional a base de pintura en los árboles. La obra se ha mantenido con vida semiolvidada por las instituciones. Hasta ayer. Dos décadas después de adquirirla, la Diputación vizcaína ha tomado medidas para que el público disfrute del majestuoso paisaje en todo su esplendor. O casi todo, porque los salvajes ataques perpetrados entre 2000 y 2003 acabaron con el 30% del trabajo nada más concluirlo.

Si otra parte importante del bosque logró ser restaurado fue, sobre todo, por la ayuda desinteresada de estudiantes de Bellas Artes de la UPV. Ibarrola echó entonces en falta el calor de los mandatarios del PNV, a los que acusó de no potenciar y cuidar este incomparable lugar compuesto por casi 600 ejemplares de Pino de Monterrey (pinus radiata). Se quejaba de que los nacionalistas vascos no reconocían su valía profesional «por motivos ideológicos» y comenzó los trámites para trasladar su legado a Ávila. Ahora algo ha cambiado. Los hechos y las palabras no son los mismos.

La diputada de Cultura, la peneuvista Josune Ariztondo, rehabilitó ayer públicamente la obra del artista. «Debemos reivindicar este espacio más allá de las diferencias sociales, ideológicas o incluso culturales», sostuvo la mandataria ante la familia del afamado pintor y escultor basauritarra, que no pudo acudir por encontrarse dibujando sobre ocho grandes piedras en una finca abulense. Ibarrola agradeció el gesto, pero no por ello se siente resarcido por las administraciones vascas. Considera además que «el daño moral ya está hecho». Naiel y Martín, sus nietos, describen su estado de ánimo en una única frase: «Cuando sube, ya no ve las 47 figuras que él cree haber representado en el bosque. Se acuerda de lo que falta».

Miembro de la plataforma ciudadana Basta Ya y del Foro Ermua, el autor se caracterizó durante mucho tiempo por protagonizar iniciativas en contra de la barbarie terrorista. Y el abertzalismo radical le puso en su diana. La campaña de acoso arrancó el 19 de febrero de 2000, cuando desconocidos apedrearon su caserío de Kortezubi y realizaron grafitis en la fachada en los que le llamaban 'asesino'. Tres meses después, el bosque de Oma sufrió su primer ataque. Luego llegaron otros dos. El balance fue desolador: dos pinos talados, 60 mutilados a golpe de hacha y casi 200 manchados con pintura, con vivas a ETA, amenazas y frases de grueso calibre.

Críticas al nacionalismo

El PNV siempre ha condenado esa persecución. Otros partidos como PSE, PP y UPyD -a quien ha apoyado en público- le han reprochado, en cambio, el «desinterés» por su legado. El propio Ibarrola se siente agraviado por no ser nacionalista. «Sólo aspira a que los representantes institucionales tengan la talla de tratarle por su estatus profesional, al margen de lo que piense u opine», explica su familia. Japoneses, alemanes, franceses... De vuelta de Oma el goteo de viandantes seducidos por el bosque encantado es inmenso. Todos hablan el mismo idioma: la vista. Es lo único que hace falta para perderse en el enclave natural, dar rienda suelta a la imaginación e interpretar los dibujos a su antojo.

Es innegable que el artista cuenta ya «con un reconocimiento social» en Euskadi y deseaba que eso se hubiera traducido en gestos de gratitud por parte de todas instituciones públicas. Le duele, por ejemplo, que la última obra suya adquirida por el Museo de Bellas Artes de Bilbao sea de 1975 cuando su afición por utilizar la naturaleza como marco, soporte y materia prima surgió a finales de los setenta. Esa es precisamente una de las facetas que le ha dado mayor fama en los últimos tiempos, hasta el punto de convertirse en una de las cabezas visibles del movimiento 'and art' a nivel nacional. La propia Ariztondo se confesó encantada con que la cultura vizcaína disponga de un paraje «mágico y milenario» como el Bosque Pintado. «Quién iba a decirnos que esto iba a alcanzar la repercusión que ha obtenido...», se sinceró. A los pinos les quedan 60 años de vida, pero estarán siempre en la imaginación colectiva.

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