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El Boss saluda a sus fans a la salida del hotel para poner rumbo a Sevilla. / MIKEL FRAILE
Seducido por Donosti
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Bruce Springsteen abandona la Bella Easo después de una inolvidable cena con posterior fiesta en Oiartzun. «Regresaré pronto», anuncia

MITXEL EZQUIAGA

Miércoles, 29 de julio 2009, 04:32

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«Volveré. San Sebastián es una ciudad a la que siempre hay que volver». Un Bruce Springsteen relajado y feliz abandonó a mediodía de ayer el hotel María Cristina de la capital donostiarra «seducido por un lugar donde uno puede bañarse en la playa, comer de forma exquisita y pasear por la calle sin que nadie te moleste, como un ciudadano más».

Parece literatura de folleto turístico, pero es lo que el Jefe dijo, literalmente, al promotor Íñigo Argomaniz horas antes de dejar la ciudad. «Os aseguro que volveré pronto», anunció Springsteen antes de montarse en el Mercedes que le trasladó al aeropuerto para tomar el vuelo privado que le conduciría a Sevilla, donde actuaba anoche. Y la palabra de El Boss se cumple: hace un año, Springsteen disfrutó de la playa y la gastronomía local y también se despidió con un «volveré». ¡Y vaya que si ha cumplido! El sábado se bañó en la playa de Ondarreta, cada mañana ha machacado sus bíceps en el gimnasio del hotel y el lunes, 24 horas después de su memorable concierto en San Mamés, disfrutó en el restaurante Zuberoa de Oiartzun de una cena que fue toda una fiesta gastronómica. «Bruce y sus amigos comieron y bebieron como cosacos», revela un testigo.

Y es que, tras la actuación, El Boss volvió a Donostia. El lunes paseó por la ciudad discretamente y por la noche quiso despedirse «por todo lo alto» en el restaurante Zuberoa de Oiartzun. Se dijo que Springsteen iría en 'petit comité' para una cena rápida... y al final se juntaron en su mesa 17 personas, más dos escoltas, en una larga velada que se prolongó hasta pasada la medianoche.

La terraza del restaurante acogió la posterior fiesta. Junto al artista estuvo buena parte de la E Street Band, su manager, Íñigo Argomaniz y otros amigos se sumaron a un menú con condiciones: los entrantes debían llegar a la vez al centro de la mesa. Bogavante, atún o jamón fueron demandados una y otra vez antes de dar cumplida cuenta de los segundos platos. El Jefe apostó por el cordero con puré de patata (pidió un segundo cuenco de puré) y concluyó con una tarta de queso que, según dijo, «es la mejor que he probado en mi vida: volvería sólo por repetirla». Springsteen insistió en explicar por qué le gusta San Sebastián. «Tenéis una calidad de vida que quienes vivís aquí quizá no sabéis valorar», decía. «Y para mí hay algo fundamental -añadía-. Puedo moverme con tranquilidad, sin agobios. Sois respetuosos».

Champán francés y vino Numanthia regaron la cena. Aunque el cocinero y propietario del local, Hilario Arbelaitz, no es amigo de salir a saludar al comedor, esta vez no pudo escapar: Bruce y compañía le requirieron para que apareciera en la terraza y le propinaron una larga ovación. Más aún, Springsteen se empeñó en entrar en la cocina y retratarse con todo el equipo.

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