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Un operario recoge los cadáveres. / UNANUE
Venganza bestial en Urnieta
represalia laboral

Venganza bestial en Urnieta

Desconocidos matan a golpes a 2.300 conejos, uno a uno, salvajada que el dueño atribuye a una represalia laboral

JAVIER PEÑALBA

Martes, 13 de octubre 2009, 14:28

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Un grupo de desconocidos asaltó el domingo de madrugada una granja de conejos de la localidad guipuzcoana de Urnieta y dio muerte a más de dos mil ejemplares. Los individuos abrieron las jaulas y, uno a uno, fueron sacando a los animales para matarlos a golpes, haciendo gala de una extrema crueldad. Según el propietario, el móvil del salvaje ataque es una represalia de índole laboral que, incluso, pone en riesgo la continuidad del negocio: se estima que las pérdidas económicas ocasionadas se aproximan a los doce mil euros.

El cruel asalto tuvo lugar la madrugada del pasado domingo cuando un grupo de desconocidos, integrado al parecer por tres o cuatro personas, se desplazó a la granja de conejos propiedad de José Ignacio Ezeiza, situada en el barrio Goiburu. Según consta en la denuncia cursada por el empresario en la comisaría de la Ertzaintza, los autores accedieron al interior del criadero después de forzar una de las ventanas laterales de la granja. Una vez dentro, abrieron las jaulas y acabaron con la vida de 2.380 conejos.

«Los mataron uno a uno, propinándoles golpes contra el suelo y las jaulas. Les fracturaron la columna. Así se deduce de las exploraciones que ha realizado un veterinario sobre varios de los ejemplares. Algunos conejos no llegaron a morir, quedaron malheridos porque el golpe no fue lo suficientemente certero. A éstos los hemos tenido que sacrificar nosotros», relató ayer el cunicultor.

Antes de abandonar las instalaciones, los asaltantes dejaron junto al portón delantero de la granja un conejo colgado del techo con una cuerda y las vísceras fuera. «Yo sólo había visto actuar de esta manera a la camorra, a la mafia», señaló José Ignacio Ezeiza.

«Una carnicería»

El dueño de la explotación se enteró de lo sucedido por uno de sus trabajadores. «Cuando llegué, me encontré con una verdadera carnicería», asegura Ezeiza, que sospecha que el ataque fue cometido por un grupo de entre tres y cuatro personas. «Una sola no puede hacerlo. En toda la noche no le daría tiempo para abrir las jaulas, sacar los conejos de cada una de ellas y luego matarlos uno por uno. Por eso creo que fueron unos cuatro los que intervinieron. Por lo menos necesitaron unas tres horas para acabar con los 2.300 animales», calcula Ezeiza.

En opinión del productor, los autores del ataque conocían «a la perfección» las instalaciones, que acogían a unos 7.000 ejemplares. Muestra de ello es que el cuadro eléctrico del pabellón había sido desconectado, no así el mecanismo automático que regula la alimentación de los animales y el sistema de ventilación. El empresario sospecha que las personas que atacaron su propiedad no sólo evidenciaron poseer un preciso conocimiento de la instalación, «sino que también demostraron saber cómo se matan los conejos. Porque hay que saber hacerlo. Cualquiera no lo hace», señala.

José Ignacio Ezeiza atribuye la acción a una represalia cuyo origen podría ser de carácter laboral. En este sentido, el propietario ha proporcionado a la Ertzaintza, que ya ha abierto una investigación, datos precisos que en las próximas horas podrían llevar a practicar algún arresto. Agentes de la Policía autónoma se trasladaron el mismo domingo a las granja para recabar pruebas.

El empresario no oculta su preocupación por el ataque sufrido, que no duda en calificar de «acto terrorista», y teme que los agresores puedan tomar represalias contra él o su familia. «Las mismas personas que han acabado con sus conejos mañana te queman el coche o la casa», dice.

De los 2.380 ejemplares muertos, 280 eran conejas que estaban destinadas a la reproducción, una circunstancia que pone en peligro el futuro de la explotación. «Cuando una de las hembras se hace vieja o ya no procrea como debiera las reponemos por las jóvenes que ahora han matado», precisa el empresario. «Quien ha actuado de esta manera sabía a la perfección el gravísimo daño que estaba haciendo al poner fin a la vida de estos ejemplares», se lamenta José Ignacio Ezeiza.

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