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Imagen de la vivienda del escultor vasco en Hondarribia, donde los ladrones pensaban que vivía un traficante. :: F. DE LA HERA
Asaltan por error la casa de Néstor Basterretxea en Hondarribia
suceso

Asaltan por error la casa de Néstor Basterretxea en Hondarribia

Los ladrones, que querían robar la droga a un narco colombiano, maniataron al artista y a dos asistentas y apenas se llevaron objetos de valor

JUANMA VELASCO

Miércoles, 16 de diciembre 2009, 10:15

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Eso de que la realidad supera siempre la ficción es una máxima que se repite. Ayer se volvió a cumplir. Lo ocurrido en la vivienda del escultor Néstor Basterretxea podría formar parte del mejor guión cinematográfico de suspense. Un grupo de ladrones armados asaltaron la casa del artista en Hondarribia, le maniataron a él y a sus asistentas y se llevaron apenas unos euros, joyas y un teléfono móvil. Ninguno de ellos resultó herido. Al final todo quedó en un gran susto... que nunca tuvo que haber ocurrido. Los asaltantes entraron en casa de Basterretxea «por error». Al parecer, su objetivo era atracar la vivienda de un traficante colombiano y llevarse la droga que almacenaba.

Sucedió a plena luz del día. Eran las diez y media de la mañana en la casa de Néstor Basterretxea, escultor bermeotarra de 85 años afincado desde hace décadas en Hondarribia. La vivienda se encuentra en una urbanización de la zona del golf. De hecho, junto a la vivienda se sitúa uno de los hoyos del campo. En la puerta de entrada del inmueble de piedra dos esculturas revelan que allí vive el artista. Muy cerca de ellas, la cocinera de la casa había dejado aparcado su coche.

Según relató el propio escultor a uno de sus cinco hijos, Txabi, a esa hora llamaron al timbre. Además de la empleada, estaba en casa el propio Basterretxea, su mujer María Isabel -que por su delicada salud se encuentra en silla de ruedas-, y una persona que les atiende por las noches.

La cocinera abrió la puerta y se encontró con los asaltantes. «No sabemos si fueron cuatro o cinco personas. La chica estaba nerviosísima», relató el hijo. «Entraron con la cara tapada con pasamontañas, con guantes, armados con pistolas y cuchillos... parecían profesionales». Los atracadores vestían de verde oliva y tenían acento sudamericano, según trascendió.

«¿Dónde está la droga?»

Acto seguido, empujaron a la cocinera y subieron al primer piso de la casa tras atravesar la planta baja, donde se encuentra la exposición de la obra del artista. «Subieron todos arriba. Nos maltrataron un poco, nos echaron al suelo y nos maniataron. Hemos pasado miedo», señaló el propio escultor.

Los asaltantes cortaron el cable del teléfono y lo utilizaron para maniatar a sus rehenes. Mientras esto sucedía, la mujer del artista observaba impresionada la escena desde su silla de ruedas.

Enseguida, los asaltantes comenzaron con las preguntas y los titubeos. «¿Quién vive aquí? ¿No vive aquí un colombiano?», repetían. Desde el suelo, Basterretxea y las dos empleadas explicaron a los atracadores quiénes eran realmente. «¿Y dónde está escondida la droga?», volvieron a preguntar. Algo no encajaba. Según el hijo del escultor, uno de los asaltantes llego a decir: «¿No será que nos hemos equivocado de casa?»

Por su actuación, así fue. En «veinte minutos» abandonaron la vivienda. Eso sí, antes se hicieron con un pequeño botín si se tiene en cuenta el despliegue empleado. «En principio, se llevaron 99 euros de la mujer que atiende a mis padres por la noche, un teléfono móvil, una gargantilla y una pulsera de la cocinera y unas cuantas alhajas del joyero de mi madre», explica el hijo. Tampoco tocaron ni miraron el taller ni las esculturas que el artista tiene en la vivienda. «No iban a eso». ¿Cómo lograron soltarse las ataduras? «No les debieron de atar bien. Mi padre se soltó el primero y después se fueron liberando».

Para el escultor, su familia y sus empleadas ha sido un trago duro. «Están bien pero se han llevado un susto tremendo». «Han temido por su integridad física. En un momento dado uno de los asaltantes llegó a sacar un cuchillo, aunque no ha habido amenazas verbales de muerte», explicó. El propio escultor se sorprendió de que los asaltantes «fueran todos unos tíos fuertes, atletas». Pasado el peligro, el artista recibió multitud de muestras de apoyo. «Está teniendo miles de llamadas, pero como el teléfono de casa no funciona porque arrancaron los cables y como tampoco tiene teléfono móvil, no ha podido hablar con todo el mundo», explicaba Txabi.

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