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:: JOSÉ IBARROLA
El estilo Ibarretxe y el estilo López
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El estilo Ibarretxe y el estilo López

El autor atribuye la «creciente desafección» hacia el Ejecutivo que preside Patxi López a «no cumplir aquello a lo que se comprometió en la Casa de Juntas de Gernika: ser el Gobierno de todos los vascos»

IÑAKI ANASAGASTI

Martes, 5 de enero 2010, 04:01

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Juan Vicente Gómez, un militarote venezolano, solía explicar algunas de sus acciones con el ejemplo de la rana. «Si la rana salta y se ensarta en la estaca, ¿de quién es la culpa, de la rana o de la estaca?». Unos le decían que de la estaca por estar allí, y él argumentaba que de la rana, por saltar, ya que nadie le había dicho que se moviera.

Ya sé que esto tiene poco que ver con este clima de bronca creciente que estamos viviendo, pero, si alguien tiene a mano el extintor, no es la oposición, sino el Gobierno. Quien puede lo más, puede lo menos. Y el Gobierno no sólo tiene que gobernar, y administrar, sino liderar y sobre todo representar. No es el caso.

Decía la portavoz del Ejecutivo de Vitoria, Idoia Mendia, que la razón del desistimiento y la poca afección hacia el Gobierno vasco reflejada en la encuesta del Euskobarómetro había que inscribirla en la crisis económica que estamos viviendo. No lo creo. De haber seguido Ibarretxe en Ajuria Enea, no tendría ese 71% de rechazo. Más bien me inclino a pensar que su falta de éxito es no cumplir aquello a lo que se comprometió el señor López en la Casa de Juntas de Gernika: ser el Gobierno de todos los vascos.

Ibarretxe sería tan terco como la oposición lo describía, pero tenía cualidades y características que ni el mayor adversario dejaba de reconocerle: defensa a ultranza de lo vasco, solidaridad con el más necesitado, reivindicación de los derechos de la mujer hasta llegar a la caricatura del 'vascos y vascas', buena intención y cumplidor de su papel institucional. ¿Que había reunión de presidentes autonómicos en el Senado? Allí estaba él. ¿Que el Rey cumplía setenta años? Allí estaba cenando en el Pardo. ¿Que para la defensa de su plan tenía que ir al Congreso de los Diputados, aunque PP y PSOE se conjuntaran para echarle abajo su propuesta? No importaba. Allí viajaba el lehendakari con su libro verde bajo el brazo, defendía su iniciativa y volvía triste y cabreado, pero había cumplido el necesario ritual democrático. ¿Que había un funeral en Zaragoza y le iban a insultar? Allí estaba Juanjo. ¿Que en Córdoba la Asociación de Víctimas del Terrorismo había organizado un acto y en éste le montaron una bronca? No importaba.

Todo esto es lo que le está faltando a este Gobierno y a su presidente, a quien desde el mundo nacionalista cada vez vemos más y más empeñado en ser un buen delegado del Gobierno central. Sus gestos son vacíos, como aquella patochada de ir a abrazarse con Revilla y venir con una lata de anchoas, peores que las de Ondarroa; o que haya sido incapaz de capitalizar la defensa del Concierto, o que no haya hecho nada gestual y serio para convencer a sus socios limítrofes del PP, a los que ha visitado y con los que se ha fotografiado en actos insulsos; o el mucho orar en las escalinatas del Ayuntamiento de Bilbao, tras el último atentado, pero seguir de vacaciones cuando en Burgos pusieron una bomba, o, como en el caso del 'Alakrana', ni estaba, ni se le esperaba.

Reconozco que me habría gustado haberle visto en la final del campeonato de bertsolaris del BEC, aunque al principio le habrían propinado una sonora pitada, pero sobre todo que no hubiera actuado con tanta torpeza en su lucha contra los símbolos, disfrazando esta cruzada con la sonora y falsa palabra de «normalidad», cuando de lo que se trata es de 'frentismo'.

En el asunto del Guggenheim en Urdaibai, el Ejecutivo vasco está actuando más como oposición que como Gobierno. «No daremos ni un euro a este proyecto», dicho por la consejera del Departamento de Cultura, es entendible en un Gobierno débil y sin discurso institucional. «Nos opondremos al Gobierno Zapatero si hace más caso al PNV que al Gobierno vasco en relación a las políticas activas de empleo. Nos tendrá enfrente», decía López la primera vez que teóricamente se oponía a algo, y no tanto contra su correligionario en La Moncloa, sino contra un PNV que lo único que ha buscado ha sido mejorar una transferencia pésimamente negociada. Incomprensible.

No ha sido de recibo imponer la fecha del 25 de octubre como fiesta nacional vasca en contra de un partido que negoció, promovió y logró un buen Estatuto como el de Gernika, y aprobar esta iniciativa junto al partido que votó en contra de ese mismo Estatuto. No es de recibo que López y su Gobierno no hayan recordado cómo el 15 de diciembre de 1979 el Lehendakari Leizaola volvió del exilio con todo su Gobierno, institución de la que el Partido Socialista formó parte. Todo esto, al parecer, no va con ellos. La historia vasca no va con ellos. Los hitos democráticos, está constatado, no hay que recordarlos. La pedagogía democrática no va con ellos. Los gestos no van con ellos.

¿Qué necesidad había de transmitir en ETB el mensaje del Rey cuando este discurso es transmitido por todas las televisiones y en ETB siempre se hacía un buen resumen informativo? Ninguna.

Ante todo esto, que no se quejen de la creciente desafección. Tanta incompetencia, tanta falta de tacto, como el hecho de no admitir una sola enmienda de la oposición a los Presupuestos -como si fueran enmiendas leprosas o enmiendas explosivas o enmiendas trampa-, no es comprensible en gente inteligente.

Dicen que el estilo es el hombre. Y que también 'por sus hechos los conoceréis'. Pues eso.

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