Los niños salvan la tradicional fiesta de San Antón, que cumple 229 años

La primera tradición folklórica vitoriana del año, la popular rifa de San Antón, con 229 años a cuestas, que tiene como objeto recaudar fondos para el antiguo hospicio, ahora Residencia San Prudencio, ha sido salvada por los niños. Cientos de ellos participan con verdadera pasión en el sorteo de los dos cerditos de chocolate de 60 kilos, elaborados por la pastelería Nalda, que cubre la finiquitada costumbre de sortear el cerdo de carne y hueso. El hecho de que el escolar al que le había tocado uno de los premios no estuviera en la plaza -había ido al partido del Alavés- y le sustituyera su madre, provocó un pequeño tumulto -se oían voces de protesta de 'si no hay niño, no hay cerdo'- que resolvió la organización sin problemas. Los colegios Calasanz, en educación infantil y Miguel de Cervantes, en primaria, se llevaron las singulares estatuas que fundirán para convertirlas en una gran chocolatada.

Banda con niños

Pero es que la música del cortejo municipal que va a rezar vísperas a San Pedro también la ponen más de 60 alumnos de la Academia Municipal de Folklore, además de txistularis, gaiteros y trikitilaris que acompañan a los gigantes y cabezudos.

También la iglesia de San Pedro es una gran fiesta animada por los pequeños que se acercaron a admirar a 'Penélope', una extraordinaria cerda de 220 kilos, mezcla de raza blanco belga y pietrain, criada por Emilio y Txomin Urrutia, en Aranguiz, a base de harina de cebada y verdura. Y la bendición de las mascotas por parte del párroco, una costumbre a la que acuden cada año numerosos dueños de perros y gatos. ¿La razón? Según Mireia Blanco, que trae al gato persa 'Lolo', San Antón Abad debe hacer sus cosas, «porque si no lo traigo se pone malo». La misma opinión que Susana Ameijeiras con la bulldog francés' Kimba'. «No la traje y le salieron quistes», cuenta. El patrón de los animales anda muy atareado con tanta mascota.