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Proteger la salud

Más de un 70% de la sociedad no vamos a renunciar a la prohibición de fumar en los lugares cerrados de acceso al público

.JUANA UMARAN SÁNCHEZ

Domingo, 24 de enero 2010, 03:45

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Para la mayoría de los que trabajamos en la prevención y el tratamiento del tabaquismo es muy conocida la postura de Fernando Savater respecto del tabaco. Lo que me ha llamado la atención en el artículo 'Contra la imposición de la salud' (EL CORREO, 28-12-09) es que alguien de su conocido nivel intelectual utilice en defensa del tabaco los tópicos más viejos y menos fundamentados. Por seguir el orden de su disertación, le diré que la regulación del consumo de tabaco en todos los lugares cerrados con acceso al público no sólo es ineludible, sino que vamos muy retrasados respecto de las legislaciones de los países avanzados de nuestro entorno. Y los argumentos que las justifican no sólo no son discutibles, sino que están firmemente sustentados en bases científicas desde hace bastantes años. El único motivo para este retraso es el esfuerzo y dinero invertido por las multinacionales del tabaco.

Yo también voy a razonar mi discrepancia con sus argumentaciones. En primer lugar, no necesitábamos esta desgraciada crisis para saber que las situaciones económicas desfavorables propician el aumento del consumo de todas las drogas. El colectivo de parados siempre ha superado en porcentaje de fumadores a la población general, con el triste agravante del dinero que en ello consumen. Y lo mismo ocurre en todas las situaciones de marginación. Pero esto no significa que fumar tenga efectos beneficiosos para estos colectivos, muy al contrario, no hace sino agravar sus problemas en múltiples aspectos.

Nadie fumaría si la nicotina no fuera una sustancia altamente adictiva. El «placer» que se produce al consumirla no es sino la consecuencia del 'displacer' causado por su abstinencia. Y desde luego no es equiparable el tabaco con el alcohol, porque en el caso del primero no hay ninguna dosis segura de consumo, por pequeña que sea. De la misma forma que estudios epidemiológicos han demostrado cierto efecto beneficioso de consumir pequeñas cantidades de vino tinto (un vaso con la comida), hay evidencia de que fumar tres cigarrillos al día incrementa en un 30% el riesgo de padecer un infarto de miocardio (Estudio Interheart). Y un «buen cigarro puro» (del tamaño de una Faria) equivale al consumo de 10 cigarrillos. Y lo que es más grave, permanecer una hora en un local con humo de tabaco ambiental equivale al consumo activo de tres cigarrillos.

Y no se trata, como usted aduce, de un «riesgo personal», porque el consumo de tabaco afecta negativamente a todas las personas que rodean al fumador, lo que no ocurre con el alcohol, excepto asociado a la conducción, prohibición cuya legalidad supongo no pondrá usted en duda. Lo que sí pone usted en duda es la existencia de la salud pública, y en eso realmente no vale la pena contraargumentar, pues es un derecho recogido en la Declaración de Derechos Humanos (Art.25). Y esté seguro de que no es su salud la que preocupa a la ministra de Sanidad, sino la de los que puedan resultar perjudicados por la inhalación del humo de sus buenos puros habanos.

Las enfermedades derivadas del tabaco no lo son sólo del abuso, ni siquiera del uso, los fumadores pasivos también enferman y mueren (más de 5.000 al año en España). Lo de los impuestos no tiene mucho que discutir. Le remito a múltiples estudios que han calculado hasta el último euro el impacto del gasto sanitario, laboral y en años de vida no cotizados que causa el tabaco, no compensado en absoluto con los impuestos de su venta.

No sería de extrañar que por esperpéntico que ahora pueda parecer (sobre todo a la exquisita prudencia del doctor Miguel Barrueco, a quien admiro), la venta de tabaco llegue a prohibirse, pero eso ahora no es lo más importante. Nos conformaríamos con que quedara fuera del alcance de los menores, que tienen su edad media de inicio al consumo en los 13 años, edad en la que, supongo que estará de acuerdo, las decisiones no suelen tomarse con entera libertad.

Y a lo que más de un 70% de la sociedad no vamos de ninguna manera a renunciar es a la prohibición absoluta de fumar en todos los lugares cerrados de acceso al público, aunque usted y muchos otros tengan que pasar a la «clandestinidad» para mantener inalterable su «identidad cultural».

P.D. Su artículo, como la mayoría de los que escribe, estupendo. Llástima que no esté en el bando adecuado. ESTE ARTÍCULO ESTÁ SUSCRITO POR LA JUNTA DE LA SOCIEDAD VASCO-NAVARRA DE PREVENCIÓN DEL TABAQUISMO (SVNPTAB-ENTAE), DE LA QUE JUANA UMARAN ES TESORERA

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